Amo la distorsión como si fuera mi religión, las guitarras
que ensordecen los tímpanos mejor que suenen desafinadas.
La gracia está en encontrar esos puntos fuera de lo común,
dos notas ajenas, y hacerlas chocar en el espacio.
Son como como las olas de mar del mar infinito pero al revés,
un bucle sin fin.
Es lo que pienso cuando me pongo los cascos y escucho Radio
Friendly de Nirvana, es lo que pienso cuando paso del frio industrial de la
sala de espera de la tía de las tetas de plástico al calor del holocausto caníbal
patrocinado por nosotros mismos, vamos, lo que viene siendo un verano de calor
sofocante. Calor y sofocante, no he podido resistir la tentación de ponerlo a
la vez...
Si mueves un poco la cabeza, las viejas te miraran mal, o
eso es lo que te gustaba pensar hace diez años. Cuando todo era más sencillo.
El mundo era redondo, el cielo azul, el agua mojaba y yo creía entender a las
mujeres.
Vuelvo a casa, sin preocuparme si voy por el lado de la cera
donde le da el sol, o le da la sombra. Guau, eso es ir por el lado salvaje de
la vida. Y mientras suena John Lee Hooker entre mis oídos me apetece algo de
beber, algo fresco y que no desentone a esas horas del día sin descubrirme como
un borracho adicto al bourbon, lo que vendría siendo un "Loquillo"
sin careta ninguna.
Entro en un bar y lo que me preguntan nada más cruzar la
puerta es si voy a comer, respondo que no.
Al cabo de dos minutos tengo entre mis manos el menú y estoy
sentado delante de una mesa cubierta de papel como si todos los comensales del
bar fuéramos bebes o viejos que nos cagamos encima.
Es jueves, así pues toca paella y como hace calor, de
primero gazpacho casero.
Leer casero en un bar es como leer carne 100% de vacuno en
un McDonald’s, te paras a pensar que comes cualquier mierda, en ese u otros
sitios, si hace falta recalcar que las cosas son hechas de esa manera o lo que debería
ser obvio, es que estas perdido.
Para beber una cerveza de barril, no soporto la cerveza en
lata.
Hoy en día los bares no son lo que eran. Chinos que hacen
tapas gallegas, paquistanís que te hacen una paella como un shuarma, o peruanos
que te ofrecen gazpacho casero. Ya ni los autóctonos son lo que eran; mezclados
con carteles de en venta o en traspaso, lo que traspasan son la amargura a la
clientela que se atreve a entrar. Todos menos uno, al que me gusta ir, pero
como no soy ni único, ni especial como un jodido copo de nieve, siempre está a
tope.
Me traen la cerveza, y dejadme decir, describir o mejor
dicho, escribir esto; doy buena cuenta de ella.
Luego el gazpacho, me faltan los picatostes y me sobran los
pimientos verdes, pero da igual. Lo que no me da igual es la falta de vinagre,
lo pido y me lo traen en un...pulverizador.
Pero vamos a ver, que coño vamos hacer con esto, me lo pongo
a modo colonia, o parezco un gilipollas durante los tres minutos que estoy
dando al pulsador para que salgo una cantidad ridícula de vinagre.
Me armo de paciencia y me acabo la cerveza antes de que pida
otra.
La idea del gazpacho empieza a ser una muestra clara de mi
falta de ingenio y previsión.
El gazpacho podría ser como una sopa fría. Y que pasa con la
sopa si tienes hambre. Que puedes hacer ruido y por supuesto mancharte.
Soy un cerdo y hago ruido y me mancho.
Lo que tenía que ser un plato rápido pasa a ser un plato
lento que te cagas.
Al acabar no tardan mucho en traer la paella, que no tiene mala
pinta. A la vez, veo entrar a la tía de las tetas de plástico junto a una
señora que podría ser su madre.
Me quemo con la primera muestra que mi paladar degusta la paella,
pienso que tanto madre e hija están para hacerles un favor.
Venga, hombre, no me jodas, no estarás con tus pensamientos
y dirás, vaya par de mozas mas agraciadas, les pedía gratamente deleitarme con
ellas en la intimidad de manera ilegal. Lo que piensas es, te la follabas de
pie en los servicios, tal vez primero la madre y luego la hija, vete saber.
Voy por la tercera cerveza de barril y la verdad es que ni
me importa una mierda la mancha en una de mis camisetas favoritas, ni que la tía
de las tetas de plástico aka estatua de sal, me mire de forma agradable como si
me reconociera, incluso diría que con una media sonrisa.
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